Thalía del Rocío era una joven madre con sueños, familia y amigos que la amaban. Su vida fue arrebatada de la manera más cruel, a manos de quien debía cuidarla y no destruirla.
Hoy su nombre se escucha entre el dolor y la rabia, no como un número en un conteo oficial, sino como el recuerdo vivo de una mujer que merecía seguir aquí.
La brutalidad con la que fue asesinada revela una realidad que duele y que no se puede normalizar: el feminicidio sigue siendo una amenaza constante para las mujeres chiapanecas, y cada caso es un grito de justicia que no podemos ignorar.